Emmi Pikler y el instituto Lóczy

Las Ciencias Sociales, las Ciencias que tratan de “lo humano” evolucionan más lentamente que las Ciencias Físicas, la Astronomía, la Matemática, la Biología o la Geología… pero avanzan.

Emmi PiklerEmmi Pikler, Viena 1902 – Budapest 1984.Si cada ciencia y cada campo de estudio humano tiene sus hitos, sus momentos y sus personajes relevantes, Emmi Pikler supone, en el ámbito de la crianza y el desarrollo de los más pequeños, el equivalente a lo que Nicolás Copérnico supuso para la evolución de la Astronomía o Charles Darwin supuso para el desarrollo de la Biología.

A esta pediatra húngara –nacida en Viena en 1902– le debemos importantes descubrimientos relativos al desarrollo de la motricidad global del bebé, así como la búsqueda incansable de las condiciones óptimas para el desarrollo de las criaturas. Le debemos, también, su determinación para convertir la vida cotidiana de los y las más pequeñas en un objeto de estudio científico.

Su formación como pediatra

Emmi Pikler, nace en Viena el 9 de enero de 1902. Su madre, austríaca, era maestra y su padre, húngaro, era ebanista.

Vivió su infancia en Budapest para regresar de nuevo a Viena, en los años veinte, para realizar sus estudios de medicina.

Por aquella época existían en Viena importante corrientes culturales progresistas y de «educación moderna»: el Psicoanálisis (Sigmund 2reíd) y la Escuela Nueva / Escuela Activa (Freinet, Montessori…), entre otros ].

Se especializa en pediatría y realiza sus prácticas en el Hospital Universitario de la misma ciudad, bajo la dirección del Dr. Pirquet.

Fue allí, en el Hospital Universitario, donde Emmi Pikler pudo, ya, familiarizarse con bastantes de los principios que luego ella misma pondría en práctica en Budapest, a su regreso.

  • La manera de brindar los cuidados pediátricos de modo que fuesen lo menos desagradables posible para los lactantes y los niños pequeños. Había que ejecutar el examen o el tratamiento, por más desagradable que fuera para el lactante o el niño pequeño, sin que llorase, tocándolo con gestos delicados, con dedicación, prestando atención al hecho de que se tenía entre manos a un niño vivo, sensible y receptivo.
  • También, el hecho de que los niños enfermos, en función de la patología y de su estado, no eran obligados a pasar sus jornadas en la cama, sino en rincones de juegos especialmente arreglados, inclusive para los más pequeños.
  • La vestimenta de los lactantes difería de lo habitual: las piernas no estaban fajadas y los pañales eran ajustados para que pudiesen moverse libremente.
  • Jugando en la calleLos niños, inclusive los lactantes, pasaban varias horas al día, aún en invierno, al aire libre, en pequeños balcones. Los niños estaban bien protegidos contra el frío, pero en lugar de estar envueltos en las mantas, o bajo ellas, se encontraban en sacos de dormir especiañlmente confeccionados para ellos.
  • Y también lo que era una regla estricta en el hospital: la prohibición de dar, inclusive al lactante enfermo, una cucharada de más de lo que él aceptaba gustosamente.

Sus prácticas en el Hospital Universitario le dieron la oportunidad de adquirir una sólida formación en traumatología y ortopedia infantil.

En la sección de traumatología infantil del Hospital pudo constatar importantes diferencias en las estadísticas sobre accidentes infantiles: entre los niños de los barrios obreros (niños que jugaban y corrían en las calles, trepaban a los árboles y se aferraban de los travesaños de los tranvías) se producían muchas menos fracturas y conmociones que entre los niños de familias más acomodadas, criados en un clima de disciplina y de sobre protección…

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Su labor como pediatra de familia

Finalizados sus estudios en Viena, se trasladó a Triste, donde empezó a trabajar como pediatra de familia y donde conoció al que fue su marido, György Pikler, un pedagogo progresista en cuyas ideas también apoyó su experiencia profesional.

Emmi PiklerEn una reunión clandestina. Fotograma del film “Lóczy, un hogar para crecer”En Trieste pasaba mucho tiempo en la playa, observando el comportamiento de los niños y el de los adultos con ellos. Vio el amor infinito con el que los padres sentaban, ponían de pie o conducían de la mano a sus hijos; pero también vio, detrás de ese trato cariñoso, el apresuramiento, la desconfianza, la falta de fe en las capacidades de iniciativa y acción de los propios niños.

En 1932, regresa a Budapest.

Con el nacimiento de su primera hija, tuvo la oportunidad de poner en práctica sus concepciones relativas a no acelerar el desarrollo, respetar el ritmo natural, confiar en las iniciativas propias del niño facilitando el movimiento y su actividad autónoma.

Aunque apenas conocemos detalles de ello, se sabe que Emmi Pikler tenía vinculación con el movimiento comunista húngaro y asistía a las reuniones clandestinas que se celebraban en los bosques de los alrededores de Budapest.

judio comunista.jpgFotografía expuesta en el Museo judío de BudapestAdemás, al ser de origen judío, padeció, como otros muchos miles y miles de judíos, las consecuencias de vivir bajo un gobierno que fomentaba el antisemitismo; incluso antes de la ocupación alemana. Así, por ejemplo, en 1938 se promulgan en Hungría una serie de leyes antijudías. Leyes antijudías que impedían, por ejemplo, a los médicos judíos trabajar en hospitales.

Influida por este clima o no, el hecho es que, hasta 1946, Emmi Pikler continúa trabajando en Budapest como pediatra de familia y lo hace de una manera poco habitual: Emmi Pikler trabaja con el niño y con la familia cuando no hay enfermedad. Como pediatra, estaba convencida de que las condiciones y el entorno de vida de los niños influía en su salud física.

Emmi Pikler invitaba a las familias de cuyos bebés y niños se ocupaba a intervenir mucho menos y a observar mucho más. Cada semana iba a las casas de las familias, observaba al bebé en presencia de su madre y hablaba con ella de los detalles, de las cosas de todos los días. Entre visita y visita, la mamá anotaba lo que iba advirtiendo de la evolución de su hijo a lo largo de la semana.

Emmi Pikler pudo así, durante unos 10 años, verificar algunas de sus ideas, experimentarlas, enriquecerlas y elaborar un conjunto de principios coherentes, que jugarían un papel clave en su trabajo tras la finalización de la II guerra.

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La Casa-Cuna de la calle Lóczy

En 1946, el gobierno húngaro le solicitó que dirigiese una Casa-Cuna de Budapest. Se trataba de un hogar para niños privados de sus padres; no necesariamente niños huérfanos, sino niños cuyos padres no podían hacerse cargo de ellos. La guerra acababa de terminar y había que dar un hogar a muchos niños huérfanos; pero también a niños que, por ejemplo, había que proteger del contagio de sus padres tuberculosos.

La Casa-Cuna de la calle Lóczy Este hogar, esta Casa-Cuna está ubicada en el nº 3 de la calle Lóczy, que es la que le ha dado el nombre por el que se la conoce familiarmente: “Lóczy”.

En esta Casa-Cuna recibió a lactantes y trató de organizar los cuidados y toda la vida de la institución de tal modo que los bebés pudieran tener un desarrollo lo más parecido posible al de los niños que había observado creciendo armoniosamente en el seno de sus familias.

Su objetivo era ofrecer, a los pequeños que ahí se criaban, una experiencia de vida que preservase su desarrollo y evitase las carencias dramáticas que pueden crear la vida en el seno de una Institución y la ausencia de un lazo significativo con los padres.Fotograma del film “Lóczy, un hogar para crecer”

De aquellos primeros momentos como directora de la Casa-Cuna –momentos claves de su puesta en marcha– hay un suceso que nos puede dar idea del carácter, la personalidad y la determinación de esta pediatra húngara.

Nos lo relata María Reinitz, estrecha colaboradora suya:

“Las nurses estaban llenas de desconfianza. El trabajo no era demasiado pero no les venía a la cabeza hacer algo con atención y con cuidado. Ellas no se ocupan de los niños, sino que los cambian, los hacen comer lo más rápidamente posible con el menor movimiento posible, y, si pueden, se lo encargan a las amas de leche o al personal de servicio. Según ellas, la tarea de las nurses está constituida por el `tratamiento´ de la ropa, porque había que `tratarla´, distribuirla, retomarla, contar todo el tiempo las cantidades de ropa y tomar nota. Así ellas no tienen tiempo para los chicos”.

Esto no pudo durar mucho tiempo porque Emmi Pikler y María Reinitz no aceptaron este trabajo que continuaba las malas tradiciones: al tercer mes las echaron a todas.

En lugar de nurses cualificadas buscaron jóvenes sin formación profesional, que no tenían demasiados estudios escolares, pero que se interesaban en la educación de los niños. Emmi Pikler y María Reinitz, ellas mismas, les enseñaron la manera de cuidar a los pequeños.

Con ese objetivo, elaboraron unos manuales para la formación de las nuevas educadoras.

En estos manuales concretaron, hasta el último detalle, los múltiples aspectos de la crianza y la vida cotidiana de los pequeños:

  • Mobiliario: cómo tenía que ser el cambiador, cómo tenían que ser las cunas, cómo tenían que ser las mesas y las sillas donde iban a comer los niños, qué no era aconsejable… y sobre todo, porqué…
  • El tipo de cubiertos (peso, profundidad de la cuchara…); la forma de los vasos; el uso de cuencos en lugar de platos…
  • Las prendas de ropa: la de los más pequeños; la ropa para dormir al aire libre y en el interior; la ropa para facilitar el movimiento…
  • El tipo de juguetes que había que poner a disposición de los pequeños
  • Etc, etc…

Y si estas cosas no se podían comprar porque no existían tal como las querían para la Casa-Cuna, Emmi Pikler las mandaba confeccionar siguiendo las medidas y demás características especificadas.

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El Instituto Pikler-Lóczy

La primera preocupación de Emmi Pikler, y de quienes con ella trabajaban en la Casa-Cuna de la calle Lóczy, fue, de manera absoluta, el bienestar físico, afectivo y psíquico de cada bebé y la búsqueda de las condiciones óptimas para el mejor desarrollo posible de cada uno de ellos.

Pero Lóczy –además de procurar a los niños que allí vivían, una experiencia de vida que preservase su desarrollo– se convirtió, también, en un ámbito de investigaciones fundamentadas en numerosas observaciones, extremadamente minuciosas, concernientes a los diferentes aspectos del desarrollo del bebé.

Tras su larga experiencia anterior, como pediatra de familia durante más de 10 años, en Lóczy, Emmi Pikler tuvo la oportunidad de profundizar en sus descubrimientos, verificarlos y enriquecerlos con la colaboración de las personas que se ocupaban de los niños junto a ella.

Fruto de esta doble labor de bientrato y cuidado en la crianza por una parte, y de investigación aplicada, por otra, en 1961 Lóczy se convirtió en un Hogar Infantil de Metodología Aplicada y, más tarde en el Instituto de Metodología, Puericultura y Educación.

En 1970, el Instituto Lóczy se convirtió en el Instituto Nacional de Metodología de los Hogares Infantiles. Entre sus tareas, estaba la de ofrecer un sostén profesional y metodológico a las otras casas-cuna de Hungría.

En la actualidad, se llama Instituto Emmi Pikler y es una Fundación que soporta buena parte de su supervivencia económica en donaciones internacionales provenientes de muchas partes del mundo.

El curso 2007 / 2008, Lóczy puso en marcha una Escuela Infantil 0-3 años, y en abril de 2011 –en un momento en el que la solución de “familias de acogida” ha sustituido casi totalmente a los orfanatos– se cierra la Casa-Cuna. Aunque no exenta de dificultades, la Escuela Infantil continúa su labor.

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